Maruja Rolando. La pintura no debe mirarse como un «hobby»

 

Por Costanza De Rogatis

“La pintura no debe ser un ‘hobby’ para las mujeres”. Así titula el diario El Nacional del 10 de septiembre de 1960 el artículo que le dedica a Maruja Rolando con motivo de su primera muestra individual en el Museo de Bellas Artes. Este título, es en realidad una paráfrasis más incisiva de lo expresado originalmente por la artista –“considero que la pintura no debe mirarse como un hobby. Se trata de un oficio que requiere tiempo y dedicación”–, un comentario dirigido a subrayar la importancia que para ella tuvo la formación académica en el desarrollo de un rasgo distintivo como pintor, de un carácter.

Rolando denomina “pintor”, sin distinción de géneros, al artista que se dedica a la pintura, pero en su reflexión en torno al quehacer de quien pinta, hace hincapié en lo que para ella misma como mujer casada y con hijos representó contar con el apoyo de su esposo, Marcel Roche, en poder desarrollar una carrera como artista. ¿A qué se refiere pues cuando habla de la pintura como pasatiempo?

La pintura, junto a la música y diversas labores vinculadas al ámbito cultural, fueron actividades consideradas “apropiadas” o “permitidas” para las mujeres hacia finales del siglo XIX. En muchos casos no sólo apropiadas, sino requeridas entre las clases más pudientes, pues eran entendidas como un complemento de lo que para la época eran considerados los rasgos propios de la mujer ideal, “naturalmente” dada a las labores de cuido y del hogar gracias a un pretendido don innato proclive a la virtud.  Eran actividades que podían ser desarrolladas en el ámbito de lo doméstico y que por tanto no involucraban su participación en lo político o lo público, por lo que la subordinación de la mujer a la actividad del hombre como eje central de la sociedad se mantenía intacta.

No eran estudios realizados exhaustivamente –en lo que pudiese entenderse hoy día como una formación académica– sino un aprendizaje inicial lo suficientemente adecuado como para “estimular la virtud”[1]. La vinculación femenina con las artes durante aquellos años, por consiguiente, se permitía en tanto actividad placentera de distracción entre las labores domésticas, no como visión formativa ni laboral, puesto que hacia finales del siglo XIX y hasta entrado el siglo XX, bajo los valores maniqueos de la ciencia del momento, se imponía la visión de la superioridad física e intelectual del hombre por sobre la mujer. Aun así, la incursión de las primeras mujeres en diversos ámbitos de las artes –un ejemplo de ello es el de Teresa Carreño, quien descolló en escenarios internacionales por su virtuosismo en el piano– fue disipando la infundada creencia de la inferioridad del género femenino y, contrariamente a lo esperado, impulsó el interés de muchas en participar formalmente de actividades culturales y artísticas en las décadas iniciales de 1900[2].

Las primeras venezolanas atraídas hacia el estudio de la pintura lo hicieron desde casa, en talleres habilitados en sus hogares –lo que podría indicarnos una cierta capacidad económica familiar– con maestros que acudían hasta ellas para enseñarles. No realizaban pintura al aire libre y mucho menos estudios de desnudos al natural. La enseñanza académica de la pintura se inicia en 1887 con la Academia de Bellas Artes, a donde acudían exclusivamente hombres, y diez años después, en 1897, se inaugura la Escuela Federal de Dibujo para Damas. Sin embargo, sólo a partir de 1928, con la apertura de la Academia de Carlos Otero Vizcarrondo[3], las estudiantes pueden realizar estudios con un modelo al natural. Es hacia finales de la década de los treinta y principios de los cuarenta, cuando las mujeres participan de la instrucción formal en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas de Caracas, siendo una de las pioneras Luisa “La Nena” Palacios, quien accede a la institución con quince años, mediante permiso especial del director, Antonio Edmundo Monsanto. Pertenecieron a esa primera generación de mujeres formadas en la Escuela, Mary Brandt, de veintidós años, y Reina Benzecri (apellido de soltera de Reina Herrera), también de quince años.

Si revisamos sucintamente el tipo de formación de algunas de las artistas pintoras que desarrollaron obra durante la década de 1950 y 1960, a la par de Maruja Rolando, podemos advertir que, además de pertenecer a grupos familiares vinculados con las artes plásticas, como el caso de Mary Brandt –hija de Federico Brandt– o la Nena Palacios –sobrina de Elisa Elvira Zuloaga y María Luisa Zuloaga de Tovar–, muchas de ellas realizaron algún tipo de formación en el extranjero, ya sea a través de períodos cortos de residencia o cursos específicos con algún maestro pintor: Teresa Casanova, con Jorge Piqueras y Armando Villegas; la Nena Palacios con Abel Vallmitjana; Mercedes Pardo con André Lhote; y la propia Maruja Rolando con David Aronson y Karl Zerbe.              Paralelamente, estaban las artistas autodidactas, como Elsa Gramcko; así como aquellas que siendo extranjeras, habían accedido en sus lugares de origen a una educación formal en escuelas de arte –países en donde la incorporación de la mujer a la formación artística se había dado muchos años antes que en Venezuela–. Este es el caso de Luisa Richter, formada con Willi Baumeister; o el de Gego, arquitecta de profesión. Ambas provenientes de Alemania y que ejercerían posteriormente un importante rol como docentes en diversas instituciones del país.

Las características señaladas anteriormente sobre el grupo de creadoras contemporáneas en actividad con Rolando, nos permite conjeturar que para muchas de estas artistas la decisión de dedicarse enteramente al arte estuvo cimentada en el apoyo y estímulo familiar; y en el caso de aquellas con padres o parientes artistas, comprender que el entorno doméstico era también un entorno formativo, al estar expuestas a un ambiente de continuo contacto con los aspectos visuales de la pintura y las reflexiones sobre ella.

Por otra parte, la profundización de los conocimientos adquiridos de manera inicial por estas artistas, a través de cursos específicos con maestros o cursos en el extranjero, podría indicarnos una necesidad de acceder a una experiencia educativa más especializada en países con un entorno de mayor inclusión hacia la mujer en el ámbito artístico. Es también importante indicar, que algunas de ellas se trasladan a otros países acompañando a sus parejas en sus actividades formativas y laborales, por lo que aprovechan la oportunidad de la estadía junto a sus compañeros para realizar ellas mismas algún tipo de formación, como Gego, quien al acompañar a Gerd Leufert en su viaje de estudios en Iowa State University, trabaja en los talleres de la misma universidad y en el Taller Lasansky; o de Rolando, quien al permanecer junto a su esposo, el Dr. Roche, en su estadía en Boston como Research Fellow de la Universidad de Harvard, estudia en la School of The Museum of Fine Arts.

Para Maruja Rolando, el acto de pintar no fue pues un simple pasatiempo o proceso para desarrollar la “virtud” femenina en el ámbito de lo doméstico, según los prejuicios aún vigentes en la primera mitad del siglo XX. No fue un hobby pensado para decorar objetos de la casa, para esparcir la mente. Para Rolando, si bien en su práctica decide deslastrarse del peso del rigor académico, el pintar fue una indagación personal, íntima, que requirió de tiempo de formación y dedicación para descubrir las características que darían a su obra su impronta particular, alejándose de las modas de los estilos. Y requirió del apoyo de su familia –como tantas otras artistas mujeres, antes y ahora– para compaginar el ámbito familiar y el profesional, para poder indagar, experimentar, reflexionar y hacer obra.

“No sé lo que sucederá a otros pintores, pero en lo que a mí respecta puedo decirle que empecé a pintar como consecuencia de mi vocación innata. Tuve la suerte que se me presentó la oportunidad de ingresar en una escuela de Bellas Artes; quizás sin esta oportunidad hubiera siempre sido víctima de la timidez tal como le sucede a otras personas capaces, sinceras, pero a las cuales la oportunidad o el momento no se les presenta”[4].

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Documentos _ Archivo Sucesión Maruja Rolando y Cinap-GAN:

“La pintura no debe ser un ‘hobby’ para las mujeres”. En: El Nacional. Caracas, 10 de septiembre de 1960.

“La pintora responde dos preguntas”. En: La Esfera. Caracas, 20 de septiembre de 1960.

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[1] “La enseñanza de la música era permitida en las mujeres, siempre y cuando no fuese exhaustiva, ya que era considerado un agradable atributo en una dama. La figura de Teresa Carreño es emblemática, porque se trató de un caso de virtuosismo que impresionó los principales escenarios europeos, y como individualidad puso en cuestión los prejuicios existentes contra las capacidades de las mujeres”. En: Mujer, educación y nueva cultura de igualdad y equidad de género, Fundación Género con Clase. Biblioteca La Revolución de las Mujeres N° 3, Caracas, 2017, p. 14.

[2] “…las mujeres venezolanas, por la acción de algunas adelantadas y adelantados, van ganando conciencia, progresivamente. Gracias al acceso a la educación, a las tareas magisteriales, al acceso a los espacios culturales finiseculares del XIX, las venezolanas se van apropiando progresivamente de una identidad de género que germina, definitivamente, a partir de la tercera y cuarta década del siglo XX; cuando ya surgen las primeras organizaciones femeninas que luchan por sus derechos sociales y políticos”. En: Mujer, educación y nueva cultura de igualdad y equidad de género, Op. Cit. p. 16

[3] PROVENZALI, Mariela (2016), Pioneras. 4 artistas venezolanas del siglo XX , Galería CAF, Caracas, p. 7 https://scioteca.caf.com/bitstream/handle/123456789/964/Pioneras%20WEB.pdf?sequence=1&isAllowed=y

[4] Maruja Rolando entrevistada para el artículo “La pintora responde dos preguntas”. En: La Esfera. Caracas, 20 de septiembre 1960.

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+ [ revisiones ]

 

“La pintura no debe ser un ‘hobby’ para las mujeres”. En: El Nacional. Caracas, 10 de septiembre 1960.
“La pintura no debe ser un ‘hobby’ para las mujeres”. En: El Nacional. Caracas, 10 de septiembre 1960.
Edificio de la antigua Academia Nacional de Bellas Artes (Santa Capilla a Veroes), actualmente sede de la Escuela de música José Ángel Lamas. Tomado de: https://fundaayc.com/2013/10/11/1903%E2%80%A2-academia-de-bellas-artes-de-caracas/
Edificio de la antigua Academia Nacional de Bellas Artes (Santa Capilla a Veroes), actualmente sede de la Escuela de música José Ángel Lamas. Tomado de: https://fundaayc.com/2013/10/11/1903%E2%80%A2-academia-de-bellas-artes-de-caracas/
Clase de pintura con matrícula femenina en la academia de Carlos Otero Vizcarrondo, 1928. Las mujeres asistían en horario diferente al de los hombres. Tomado de: https://ebefavenezuela.com/otero_carlos.html
Clase de pintura con matrícula femenina en la academia de Carlos Otero Vizcarrondo, 1928. Las mujeres asistían en horario diferente al de los hombres. Tomado de: https://ebefavenezuela.com/otero_carlos.html
David Aronson, maestro de Maruja Rolando, en una de sus clases en la School of Visual Arts de Boston. Fecha sin identificar. Tomado de: https://www.bu.edu/bostonia/fall15/virtuoso-of-the-visual-arts/
David Aronson, maestro de Maruja Rolando, en una de sus clases en la School of Visual Arts de Boston. Fecha sin identificar. Tomado de: https://www.bu.edu/bostonia/fall15/virtuoso-of-the-visual-arts/
“La pintora responde dos preguntas”. En: La Esfera. Caracas, 20 de septiembre de 1960.
“La pintora responde dos preguntas”. En: La Esfera. Caracas, 20 de septiembre de 1960.
Maruja Rolando fotografiada junto a una de sus hijas en su taller, en preparación de su muestra individual en el Museo de Bellas Artes. Foto de Tasnadi para The Daily Journal. Tomado de: The Daily Journal. Caracas, 29 de septiembre de 1960.
Maruja Rolando fotografiada junto a una de sus hijas en su taller, en preparación de su muestra individual en el Museo de Bellas Artes. Foto de Tasnadi para The Daily Journal. Tomado de: The Daily Journal. Caracas, 29 de septiembre de 1960.
Maruja Rolando retratada en su taller. Fotografía tomada de: Maruja Rolando [catálogo de exposición], Museo de Bellas Artes, Caracas, 1960, pp 4-5.
Maruja Rolando retratada en su taller. Fotografía tomada de: Maruja Rolando [catálogo de exposición], Museo de Bellas Artes, Caracas, 1960, pp 4-5.