Sobre «Cabilla» en el Tenerife Espacio de las Artes

 

El Tenerife Espacio de las Artes (TEA) inauguró este viernes 7 de octubre de 2022 la exposición «Cabilla», un proyecto instalativo curado por Sol Calero en la que participan artistas venezolanos como Ana Alenso, Lucía Pizzani y Armando Rosales, entre otros.

Se trata de una exhibición que rastrea la historia de las migraciones forzadas y del sentimiento de desarraigo que presenta la otra cara de una modernidad y la posibilidad de una identidad compartida. Esta colectiva, que podrá visitarse hasta el 8 de enero de 2023, tiene como paradigma el pasado de la modernidad en Latinoaméricama, el cual fue fruto del auge de la explotación petrolífera y procesos intensivos en el campo agrícola.

El trabajo de Lucía Pizzani se ve influenciado por el entorno físico que le rodea, involucrando el cuerpo, siempre informado por la materialidad. El ensamblaje que realiza en sala se titula «Tajinaste-Cattleya» (2022), es un mural realizado por la artista partiendo de una búsqueda de imágenes de Parques Nacionales de las Islas Canarias y Venezuela en publicaciones de los años 70 y 80 para realizar un gran collage directo sobre los muros del museo que incluye esculturas de arcilla, así como también elementos vegetales recolectados en Tenerife.

El trabajo de Ana Alenso explora la red de conflictos y paradojas, ideas de progreso y destrucción generadas por el desarrollo petrolero y la cultura extractivista del siglo pasado. En sus instalaciones las tensiones geopolíticas, socioeconómicas y medioambientales de nuestro tiempo son absorbidas y transformadas en dispositivos escultóricos, estás a su vez entidades poéticas autónomas. “El resplandor los dejó ciegos” (2022) nos invita a dejarnos seducir por el brillo y la potencia de los paisajes, materiales y mecanismos derivados de la industria petroquímica.

El trabajo de Armando Rosales se titula «Estado Actual» (2018-2022) y parte de los síntomas recurrentes de mareos, vértigo y desequilibrio, causados por la enfermedad de Meniere, con los que ha lidiado el artista desde su infancia. La pieza analiza la posibilidad de la inestabilidad como vehículo poético y como distracción social, desdibujando la línea entre el riesgo y el entretenimiento como herramientas políticas en un contexto determinado. A su vez presenta cómo se puede entorpecer el traslado de un lugar a otro, haciendo alusión a procesos migratorios. La pieza se activa con la participación del público y, mientras está atada al usuario, la escultura modifica su percepción del propio cuerpo, alterando su peso, su centro de gravedad y su capacidad para caminar correctamente.

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